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El bonito pueblo medieval de España que enamoró a Ernest Hemingway está a menos de 2 horas de Sevilla

El flechazo de Ernest Hemingway con Ronda se remonta a 1923, cuando el escritor fotografió por primera vez el barranco y entendió que el abismo que partía la ciudad en dos, el Tajo , también podía partir la literatura: vida y muerte , belleza y tragedia. « Ronda fue su andaluza favorita », una excepción en un mapa sentimental que solía señalar Pamplona, Madrid o Valencia. El estilo sobrio del toreo rondeño, con Pedro Romero como canon y los Ordóñez como mito vivo, se le convirtió en una poética: frases tensas, clásicas y trágicas. Ronda irrumpe en la obra hemingwayana como «descripción matriz»: meseta con garganta , plaza del XVIII junto al Tajo, caballos despeñados, buitres en la roca. Ese orden geométrico y brutal se volvió emblema de su prosa y de su ética del riesgo explicada en Muerte en la tarde (1932). Hemingway se acercó a la ciudad atraído por la fiesta y por dos apellidos: primero Cayetano Ordóñez , el «Niño de la Palma», al que siguió en su auge fulgurante de 1925 y cuya trayectoria, cornada y declive, alimentó un retrato ambivalente del héroe caído; y después Antonio Ordóñez , revelación de 1953, con quien el escritor se sintió « socio » creativo : él ponía la pluma; el torero, el tema. El verano de 1959, con la Goyesca y el duelo Ordóñez–Dominguín, queda como kilómetro cero emocional del último Hemingway taurino y desemboca en El verano peligroso (1960) . En esa Ronda de 1959 se vivió la escena que los vecinos recuerdan con una sonrisa: « somos toreros », dijo Hemingway tras recibir un capote bordado para Antonio y encadenar, a renglón seguido, honores municipales y una suerte de procesión por la ciudad antes de partir hacia la costa. Tal y como subraya el cronista oficial de Ronda, Faustino Peralta, aquel gesto quedó grabado en la memoria colectiva como una muestra de la complicidad que el Nobel alcanzó con la ciudad y su gente. Ronda distinguió a Ernest Hemingway con la Medalla municipal a finales de los años cincuenta, coincidiendo con el centenario de Pedro Romero, un reconocimiento que en aquel momento solo poseían otras cinco personas y que quedó reflejado en las actas municipales y en el registro de la Hemingway Society. A título póstumo, en 1996 fue declarado Hijo Adoptivo de la ciudad, un gesto que selló definitivamente su vínculo con la Serranía. Estos honores locales se suman a los grandes reconocimientos de su trayectoria internacional: el Premio Nobel de Literatura en 1954 y el Premio Pulitzer , distinciones que en Ronda se interpretan también como un homenaje compartido, pues el escritor supo retratar a España, y a la propia Ronda, para el mundo. El homenaje más emblemático a Hemingway se levanta en la entrada de la Real Maestranza de Ronda, a escasos metros del Tajo. En 2015, el Ayuntamiento inauguró en el Paseo de Blas Infante un espacio dedicado al escritor y a su amigo Orson Welles, con dos esculturas de bronce que dialogan frente a la plaza de toros del siglo XVIII. Durante el acto inaugural se rindió tributo a su legado literario con la lectura de fragmentos de sus obras, en un escenario donde la historia, la tauromaquia y el paisaje se funden en un mismo símbolo. Ronda ofrece una inmersión literal en el paisaje que marcó al escritor. La propuesta «Un día al estilo de Ernest Hemingway en Ronda» parte de la ciudad y desciende al Valle del Genal, combinando paisaje, memoria taurina y gastronomía en un recorrido que conecta naturaleza, historia y sabores locales. La primera parada de esta experiencia es la Ruta de los Riscos , en la Sierra del Oreganal, se sitúa a unos 35 minutos de Ronda y sorprende al viajero con un torcal de formas caprichosas esculpidas en la caliza. Allí, la silueta conocida como la «Águila de los Riscos» parece vigilar un laberinto de piedra que recuerda al carácter agreste de la tierra que fascinó a Hemingway . En el municipio de Faraján, la Chorrera de Balastar se presenta como una cascada que se precipita sobre travertinos. El escritor la describió con una imagen poética: «un cisne blanco sobre un estanque de esperanzas ». El entorno se completa con huertos de origen árabe, acequias y frutales que dibujan un vergel natural, reflejo de la herencia agrícola de la Serranía. La ruta continúa en la dehesa de Jamones Alto Genal, donde el visitante se adentra en un ecosistema de encinas, alcornoques y quejigos . En esta pequeña granja de ibérico se puede conocer el manejo tradicional en extensivo y degustar catas con matices vinculados a la castaña, fruto emblemático de la zona. El itinerario alcanza también la Real Fábrica de Hojalata en Júzcar, una antigua factoría del siglo XVII que, tras ser abandonada en 1788, quedó ligada a relatos de bandoleros . Hoy ha renacido como bodega ecológica, sumando historia y vino en un mismo espacio. Pocas ciudades concentran en tan poco espacio una síntesis tan nítida del mito hemingwayano: una plaza al borde del abismo, una ética trágica que pasa de Romero a los Ordóñez, y un paseo que recuerda, con bronce y silencio, que aquí el paisaje no es telón, sino personaje principal .

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