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Día Internacional del Dulce de Leche: de dónde procede este manjar

Día Internacional del Dulce de Leche: de dónde procede este manjar
Una historia de azúcar, fuego y orgullo nacional que ha enfrentado a países y endulzado al mundo5 dulces típicos de otros países para darle un toque exótico a tus postres Hay sabores que no necesitan presentación. El dulce de leche es uno de ellos. Basta con oír su nombre para que el cerebro empiece a salivar recordando una tostada caliente, un alfajor, un panqueque o esa cucharada robada del tarro en la nevera. Pero lo que pocos saben es que detrás de este manjar hay una historia de disputas, leyendas y orgullo patrio que cruza océanos y siglos. Cada 11 de octubre, el mundo celebra el Día Internacional del Dulce de Leche, una fecha que nació en Argentina y se ha extendido por todo el planeta. Un homenaje a un postre que, más que un sabor, es una emoción compartida. Qué es exactamente el dulce de leche En su esencia, el dulce de leche es pura alquimia: leche y azúcar cocidos a fuego lento hasta que se transforman en una crema espesa, de color ámbar y sabor acaramelado. El proceso, que puede durar más de una hora, produce una caramelización natural que concentra los azúcares de la leche y crea ese sabor profundo e inconfundible. A veces se le añade bicarbonato de sodio para mantener la textura y un toque de vainilla o limón para aromatizar. En otras partes del mundo, recibe distintos nombres: arequipe en Colombia, manjar en Chile y Perú, cajeta en México (cuando se elabora con leche de cabra) o confiture de lait en Francia. Distintas recetas, una misma tentación. Argentina y Uruguay: una historia con sabor a rivalidad El debate sobre el origen del dulce de leche es uno de los más dulces —y más encendidos— de la historia gastronómica de Latinoamérica. Según la versión argentina, el descubrimiento fue un accidente doméstico. Corría el año 1829, y en la estancia del político Juan Manuel de Rosas, una criada estaba preparando una “lechada” (leche caliente con azúcar). Al distraerse, la mezcla se cocinó demasiado… y lo que debía ser una bebida se convirtió en una crema espesa, marrón y deliciosa. Nacía, sin saberlo, el dulce de leche argentino. Pero del otro lado del Río de la Plata, Uruguay no se quedó de brazos cruzados. Allí sostienen que el dulce de leche ya existía antes de esa fecha, como una preparación rural elaborada con leche fresca y azúcar. En 2003, ambos países llevaron su disputa hasta la UNESCO para intentar registrar el postre como patrimonio cultural. Resultado: empate técnico. El dulce de leche quedó sin dueño… y con más fama que nunca. ¿Y si el dulce de leche nació en Europa? Hay quienes aseguran que el verdadero origen está mucho más lejos. En Normandía (Francia), desde hace siglos se elabora el confiture de lait, una receta casi idéntica que podría haber viajado a América con los colonos franceses. También en la India existe el rabri, leche cocida lentamente con azúcar y especias, y en Filipinas o Indonesia se preparan dulces similares a base de leche condensada. Lo cierto es que la técnica de cocer leche y azúcar es universal. Pero fue en América del Sur donde encontró su identidad: un color más intenso, una textura perfecta y un uso versátil que lo convirtió en emblema cultural. Un símbolo latinoamericano Hoy el dulce de leche es una religión gastronómica en Argentina, Uruguay y buena parte de Sudamérica. Se usa en alfajores, panqueques, helados, tortas y churros, y cada familia tiene su propia versión casera. Solo en Argentina se consumen más de tres kilos por persona al año, un récord difícil de superar. En España, su popularidad ha crecido de la mano de las panaderías latinoamericanas y de su presencia en postres internacionales. Marcas como Havanna o San Ignacio exportan miles de toneladas cada año a Europa, Estados Unidos y Asia. Incluso hay versiones veganas hechas con leche de coco o avena que conservan ese mismo espíritu goloso. Cómo hacerlo en casa Si tienes paciencia —y una buena olla—, puedes preparar dulce de leche casero en tu cocina. Solo necesitas: 1 litro de leche entera 350 g de azúcar 1 cucharadita de bicarbonato Unas gotas de vainilla Se cocina todo a fuego bajo, removiendo sin parar durante una o dos horas, hasta que la mezcla espese y adquiera ese tono caramelo tan característico. El secreto no es la receta, sino el tiempo. Y la resistencia a no comérselo antes de que enfríe.

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