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La historia de dónde provienen los colores rojo y amarillo de la bandera catalana

La historia de dónde provienen los colores rojo y amarillo de la bandera catalana
Más allá de las interpretaciones políticas, la senyera es un símbolo histórico con casi nueve siglos de historia documentadaDiversión con banderas Pocas banderas en Europa tienen tanto peso histórico —y tanto debate detrás— como la senyera catalana, ese estandarte de cuatro barras rojas sobre fondo amarillo que ondea en balcones, castillos y ayuntamientos desde hace siglos. Hoy es el símbolo oficial de Cataluña, pero su historia empieza mucho antes de existir la Generalitat moderna. De hecho, sus orígenes se remontan nada menos que al siglo XII, cuando el poder no se medía en urnas, sino en linajes. El origen: del linaje condal a símbolo de reyes Los historiadores coinciden en que las barras rojas y doradas nacen como emblema personal de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón. Sus sellos, fechados alrededor del año 1150, ya muestran ese patrón vertical que después se convertiría en las armas de los reyes de la Corona de Aragón. Su hijo, Alfonso II de Aragón, heredó no solo los territorios, sino también el símbolo, que pasó a conocerse como el “Señal Real” o signum regium. En aquel tiempo, las banderas no representaban países, sino personas: el escudo era una marca familiar, una firma de poder. Con los siglos, la enseña condal se fue extendiendo por todo el reino —desde Cataluña hasta Valencia, Mallorca y Aragón— hasta convertirse en la bandera de la propia monarquía aragonesa. El color amarillo (o “oro” en heráldica) simbolizaba la realeza, la luz y la prosperidad. El rojo (o “gules”) representaba el valor, la fuerza y la sangre derramada en la defensa del territorio. La combinación era tan poderosa como reconocible: dos tonos intensos, simples, pero cargados de identidad. La leyenda del conde y los dedos ensangrentados Claro que, como en toda historia medieval que se precie, la realidad convive con la leyenda. La más conocida es la de Wifredo el Velloso, conde de Barcelona en el siglo IX. Según la crónica del valenciano Pere Antoni Beuter, escrita en el siglo XVI, Wifredo fue herido en batalla y el rey franco —agradecido por su valor— mojó sus dedos en su sangre y trazó cuatro líneas rojas sobre su escudo dorado, creando así la bandera catalana. Es un relato épico y muy visual, pero los historiadores lo tienen claro: es un mito romántico, sin base documental. De hecho, las barras no aparecen representadas hasta tres siglos después de la muerte de Wifredo. Aun así, la leyenda caló tan hondo que hoy sigue contándose como si fuera cierta —y, seamos sinceros, no deja de tener encanto. El símbolo que unió reinos (y generó disputas) Con el paso del tiempo, la bandera pasó a ser emblema de todos los territorios de la Corona de Aragón: Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares. De hecho, el escudo cuatribarrado sigue presente en las banderas de estas comunidades, testigos de aquel pasado compartido. Durante los siglos XIII y XIV, las cuatro barras ondeaban en castillos, barcos y estandartes de guerra. Representaban tanto el poder del rey como la unidad de sus dominios. Sin embargo, tras la unión dinástica con Castilla y la formación del Reino de España, el símbolo fue absorbido por la monarquía hispánica, pasando a formar parte del escudo de España. Con el tiempo, Cataluña recuperó el uso de la senyera como símbolo identitario propio, especialmente durante el siglo XIX, en plena Renaixença, cuando el catalanismo cultural y político la convirtió en bandera de la nación catalana. De los Reyes de Aragón a la Generalitat El 25 de mayo de 1933, la bandera fue adoptada oficialmente por la Generalitat de Cataluña durante la Segunda República. Décadas después, el Estatut d’Autonomia de 1979 la reconoció de nuevo como el emblema oficial de la comunidad. Su artículo 8.2 lo deja claro: La bandera de Cataluña es la tradicional de cuatro barras rojas en fondo amarillo, y debe estar presente en los edificios públicos y en los actos oficiales que tengan lugar en Cataluña.” Desde entonces, la senyera ondea junto a la bandera de España en instituciones, escuelas y plazas. También dio origen a otras variantes, como la estelada, con su estrella solitaria, símbolo del independentismo moderno.

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