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Qué es el marrón glacé y por qué es lo mejor que puedes comerte en la temporada de otoño

Qué es el marrón glacé y por qué es lo mejor que puedes comerte en la temporada de otoño
El lujo más dulce (y laborioso) de la temporada de las castañasSiete packs ideales para consumir frutos secos de manera original Hay postres que se comen. Y otros que se veneran. El marrón glacé pertenece a la segunda categoría. Una simple castaña, convertida con paciencia infinita en una joya dulce y brillante. Una delicatesen otoñal que lleva siglos fascinando a los paladares más exigentes. Parece sencillo —castaña y azúcar—, pero su elaboración es tan minuciosa que durante siglos solo los reyes y nobles podían permitirse probarlo. Hoy sigue siendo un producto gourmet, reservado a quienes entienden que el placer no está en la cantidad, sino en la excelencia. Un dulce con historia: del bosque al palacio El marrón glacé nació entre los bosques del sur de Francia y del norte de Italia, donde los castaños crecían por millones. Las primeras referencias a castañas confitadas se remontan al siglo XV, cuando los monjes empezaron a cocinarlas en almíbar. El gran salto, sin embargo, llegó en el siglo XVII, cuando el cocinero real François Pierre de La Varenne —al servicio del rey Luis XIV— perfeccionó la técnica y la sirvió en la corte de Versalles. Aquel día nació el mito. Siglos después, en el XIX, la fábrica Ardèche, en la región francesa del mismo nombre, industrializó el proceso sin perder la esencia artesanal. Desde entonces, el marrón glacé se ha convertido en símbolo de la alta confitería francesa, y su fama se extendió por toda Europa. En España, sin embargo, no aterrizó hasta los años 80. Hoy, algunos obradores gallegos y catalanes han perfeccionado su producción, pero sigue siendo un manjar escaso, casi de culto. Qué lo hace tan especial: la alquimia de la paciencia La clave del marrón glacé está en su elaboración. No vale cualquier castaña: solo las más grandes, enteras y sin imperfecciones. Las elegidas pasan por un proceso artesanal que puede durar hasta una semana. Primero se cuecen lentamente, luego se pelan a mano —una a una—, asegurándose de que no se rompan. Después llega la parte más delicada: el confitado en almíbar, que se repite durante varios días. Las castañas se bañan en azúcar, reposan, se vuelven a hervir y a enfriar, hasta absorber el dulzor justo sin perder su textura firme. Por último, se glasean, adquiriendo ese brillo cristalino que las hace inconfundibles. Algunas recetas añaden vainilla, canela o brandy, dándoles matices aromáticos que elevan aún más su sabor. El resultado es un dulce suave, mantecoso y fragante, con un equilibrio perfecto entre la dulzura del almíbar y el sabor terroso de la castaña. Por qué el marrón glacé es el rey del otoño El marrón glacé representa la esencia del otoño: cálido, elegante, con ese punto de nostalgia que recuerda a los bosques húmedos y al humo de las castañeras en la calle. Es un postre que se come con calma, como quien disfruta de un lujo antiguo. Además, las castañas son uno de los frutos secos más saludables: bajas en grasa, ricas en fibra y con un índice glucémico bajo. Una fuente natural de energía que combina tradición y bienestar. Puedes comerlo solo, acompañar con café o vino dulce, usarlo en repostería —en tartas o mousses— o servirlo junto a helado o crema inglesa. Pero la verdad es que no necesita compañía: brilla por sí mismo.

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