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La Suiza más espectacular: un itinerario alpino por valles, cumbres y lagos desde Interlaken

La Suiza más espectacular: un itinerario alpino por valles, cumbres y lagos desde Interlaken
Desde cumbres como el Jungfraujoch hasta ciudades medievales como Thun, esta ruta muestra la variedad del Oberland Bernés entre glaciares, cascadas y lagos de color turquesa Siete destinos franceses a un paso de España que merece mucho la pena visitar Entre lagos de aguas turquesas y altísimas montañas, la región del Oberland Bernés concentra algunas de las imágenes más reconocibles de Suiza. Todo lo que uno imagina de este país, con sus picos nevados, sus valles salpicados de vacas, sus pueblos alpinos y sus trenes trepando montañas, se reúne en un territorio compacto donde cada paisaje parece sacado de una postal.  Para recorrer la zona sin prisas, lo mejor es elegir una base que permita moverse en varias direcciones sin complicaciones. Interlaken cumple a la perfección ese papel: está entre dos lagos, rodeada de montañas y con conexiones de tren hacia casi cualquier valle. Desde aquí se pueden organizar escapadas de un día a lugares tan distintos como la cima del Jungfraujoch, el lago glaciar Oeschinensee o el museo al aire libre Ballenberg, siempre volviendo por la tarde a descansar en un mismo punto. Ese fue el plan del viaje que hice este verano: tomar Interlaken como centro de operaciones para descubrir algunos de los rincones más espectaculares de Suiza. Un recorrido que va de las montañas más icónicas a pueblos medievales, pasando por lagos de color irreal. Y que, aunque se puede condensar en pocos días, yo recomiendo saborearlo con toda la calma posible. Interlaken, entre dos lagos Aunque muchos viajan aquí para lanzarse a explorar valles y montañas, Interlaken también tiene su encanto. La ciudad vive a caballo entre el lago Thun y el lago Brienz, conectados por el río Aar, y ese entorno ya la hace especial. No es un lugar de grandes monumentos, pero sí de paseos tranquilos entre casas históricas. Höhematte, la gran pradera del centro, es el punto perfecto para sentarse un rato y ver cómo aterrizan los parapentes que sobrevuelan la ciudad. El mirador Harder Kulm, en Interlaken (Suiza) Para tener una panorámica completa, nada como subir al Harder Kulm, el mirador que se alcanza en apenas diez minutos con un funicular. Arriba espera una plataforma suspendida sobre el vacío desde la que se ven los dos lagos a la vez y, de fondo, los tres gigantes de la región: Eiger, Mönch y Jungfrau. Si puedes, lo ideal es ir al atardecer, cuando la luz tiñe el valle de tonos dorados. Lauterbrunnen y Männlichen Pocas imágenes se quedan tan grabadas como la llegada a Lauterbrunnen en tren: un valle estrecho y profundo, con prados verdes y paredes verticales de roca por las que caen numerosas cascadas. De hecho, no es casualidad que lo llamen el valle de las 72 cascadas. La más famosa es Staubbachfall, un salto de casi 300 metros que aparece de golpe al terminar las casas de madera del pueblo. Si el día es soleado, el agua forma una cortina brillante que parece flotar en el aire. A un corto paseo están las cascadas de Trümmelbach, un espectáculo donde el agua se abre paso por el interior de la montaña con una fuerza ensordecedora. Se visitan por pasarelas y túneles, y no hay otro lugar parecido en los Alpes. El teleférico Wengen Männlichen tiene un balcón al aire libre. Desde Lauterbrunnen, el tren cremallera trepa hasta Wengen, un pueblo alpino donde no circulan coches y donde las flores en los balcones lo llenan todo de color. Es la puerta de entrada a Männlichen, una cima de 2.343 metros a la que se llega en teleférico y desde la que se dominan dos valles a la vez. El mirador Royal Walk ofrece una panorámica perfecta del trío Eiger, Mönch y Jungfrau, mientras que, para quienes viajen en familia, hay un parque infantil que es el sueño de cualquier niño. De aquí parte también el sendero de la vaca Lieselotte, una ruta entretenida, con paradas pensadas para los más pequeños, que baja hasta Holenstein entre prados y riscos. Desde allí, otro teleférico permite continuar hacia Grindelwald, cerrando un recorrido circular que une algunos de los paisajes más icónicos de Suiza en una sola jornada. Jungfraujoch, el techo de Europa Si hay un lugar que resume la grandiosidad de los Alpes suizos, ese es Jungfraujoch. La subida ya es una experiencia en sí misma: el tren de montaña serpentea entre prados y cascadas hasta Kleine Scheidegg, donde comienza el tramo más increíble con un tren cremallera, en parte subterráneo, que perfora la roca hasta llegar a la estación más alta de Europa, a 3.454 metros de altitud. Al salir, de golpe, el aire te hiela la nariz y la vista se abre al glaciar Aletsch, una lengua de hielo de 23 kilómetros que le deja a uno con la boca abierta. Jungfraujoch, a 3.454 metros de altitud. Arriba no falta entretenimiento. El observatorio Sphinx ofrece vistas de 360º y, en los días claros, permite ver desde los picos vecinos hasta la lejana Selva Negra (o, al menos, eso dicen). El Palacio de Hielo sorprende con túneles y esculturas talladas directamente en el glaciar, mientras que el Snow Fun Park invita a deslizarse en trineo o lanzarse en tirolina. Es un lugar pensado para quedarse varias horas, tanto para quienes buscan un poco de adrenalina como para quienes solo quieren contemplar el paisaje. Un consejo práctico según mi experiencia: sube por Lauterbrunnen y baja por Grindelwald, combinando tren y el moderno teleférico Eiger Express, y tendrás la mejor forma de vivir los dos valles en un mismo día. Grindelwald y el monte First Grindelwald es otro pueblo con encanto y cuidado con esmero, con casas de madera, balcones llenos de flores y unas montañas tan cerca que te hacen mirar hacia el cielo. Pasear por sus calles ya es un plan en sí mismo, pero lo mejor empieza cuando se toma el teleférico hacia First, una cima a 2.168 metros donde el paisaje se abre de golpe. El First Cliff Walk, una pasarela metálica anclada a la roca, ofrece una de las vistas más espectaculares de la zona. El lago Bachalpsee, en Suiza. Desde aquí parte la ruta hasta el lago Bachalpsee, uno de los más fotografiados de Suiza. El sendero es sencillo y, en menos de una hora, conduce hasta un lago de aguas tranquilas donde se reflejan las cumbres nevadas. Mi recomendación es ir temprano, especialmente si vas en temporada alta. Para la bajada, vale la pena plantearse hacerlo de forma diferente. Grindelwald es famoso por sus actividades de aventura y aquí se puede elegir entre lanzarse en tirolina con el First Flyer, descender en mountain cart o probar las trotti bikes que serpentean entre prados alpinos. Si te animas a probar alguna, compra solo el billete del teleférico de subida, y después, al bajar, decide en qué estación quieres parar para poder ir combinando actividades con tramos en teleférico. Oeschinensee, el lago turquesa Un poco más alejado de Interlaken, el lago Oeschinensee es de esos lugares que justifican por sí solos el viaje. Se llega en tren hasta Kandersteg y, desde allí, un teleférico sube hasta la estación de montaña. Aún queda un paseo de unos 20 minutos hasta la orilla, pero al llegar verás cómo el azul turquesa del agua contrasta con los bosques oscuros y las paredes de roca que lo rodean. En los días soleados, el color es tan intenso que parece coloreado adrede, como si alguien hubiera retocado la foto. Oeschinensee, el lago turquesa. Aquí el plan es sencillo: sentarse en la hierba, comer algo al aire libre o, si el cuerpo y la temperatura lo permiten, atreverse con un baño en sus aguas frías. Si buscas más diversión, prueba el tobogán alpino de 750 metros que se desliza ladera abajo entre prados. Mi recomendación es reservar los billetes del teleférico con antelación, sobre todo en verano, porque van por franjas horarias y la afluencia es alta. Si el día acompaña, no tengas prisa por marcharte, que pocas veces se disfruta de un escenario tan perfecto para pasar horas sin hacer nada más que mirar alrededor. Schilthorn, Mürren y Allmendhubel El valle de Lauterbrunnen tiene otro gran protagonista además de sus cascadas: el Schilthorn. Para llegar hay que encadenar varios teleféricos desde Stechelberg, pero cada tramo merece la pena. De hecho, el trayecto de Mürren a Schilthorn presume de ser el teleférico más empinado del mundo, con un 159% de inclinación. Arriba, a 2.970 metros, tienes miradores y un restaurante giratorio que ofrece vistas 360º. Pero es que además el Schilthorn es famoso por haber sido escenario de la película de James Bond 007 al servicio secreto de su Majestad, por lo que no falta un museo dedicado al agente secreto más famoso de todos los tiempos. El parque de Allmendhubel, el paraíso infantil. De vuelta hacia abajo, el teleférico deja en Mürren, un agradable pueblo alpino sin coches. Tras pasear por sus tranquilas calles, mi recomendación es ir un poco más allá y subir al pequeño funicular que nos lleva a Allmendhubel. Allí, además de un parque infantil de ensueño, hay variadas rutas de senderismo y una terraza perfecta para tomar algo mientras los más pequeños juegan. Es un rincón pensado para quedarse un buen rato, así que te recomiendo llegar con tiempo antes del último funicular de bajada. Otros planes que no implican montañas Aunque lo más icónico de esta región son las cimas y los valles alpinos, también hay planes diferentes que merecen un hueco en el viaje. Uno de ellos es el Museo al aire libre Ballenberg, un espacio enorme ubicado en un frondoso bosque donde se recrea cómo era la vida tradicional en Suiza. Con casas de madera traídas de distintos cantones, así como establos, granjas y talleres que muestran oficios antiguos, tienes para todo el día, o incluso más. Es un recorrido tranquilo y muy entretenido, sobre todo si viajas con niños, porque pueden entrar en las casas, ver a los animales y participar en actividades. Para llegar, lo mejor es ir hasta Brienz, y desde Interlaken lo puedes hacer tanto en tren como en barco, incluso en alguno de vapor de principios del siglo pasado. La ciudad medieval de Thun, en Suiza. Algo parecido ocurre con Thun, al otro lado. Esta ciudad tiene un aire medieval encantador, con su castillo en lo alto, calles empedradas y los puentes de madera sobre el río Aar. Pasear por su casco histórico y terminar en las terrazas de los muelles es un plan perfecto para una tarde relajada. Mi recomendación es combinar los transportes: ir en tren desde Interlaken para llegar rápido (en media hora estás allí) y volver navegando en barco por el lago de Thun, disfrutando del paisaje desde el agua.  Cómo moverse por Suiza Moverse por esta región es sencillo gracias a la red de trenes, barcos y teleféricos, pero también puede ser caro (o muy caro) si no se planifica bien. Mi recomendación es hacerte con el Swiss Travel Pass, un pase que incluye prácticamente todo: trenes, autobuses, tranvías y barcos de la red nacional, además de la entrada gratuita a más de 500 museos y castillos del país. Teniendo en cuenta el elevado precio de cada billete por separado, no tardarás en amortizarlo. También ofrece descuentos de hasta el 50% en teleféricos y trenes de montaña, algo clave en una zona como Interlaken donde estos transportes forman parte de casi todas las excursiones. Además, ten en cuenta que en Suiza los niños menores de 6 años viajan gratis en compañía de un adulto. El pase se puede comprar para distintos periodos (3, 4, 6, 8 o 15 días) y lo bueno es que funciona de manera ilimitada dentro del tiempo que elijas. Si te interesa, echa un ojo a sus diferentes modalidades.  Además, es imprescindible llevar instalada la app de SBB (Ferrocarriles Federales Suizos). Con ella se consultan horarios, conexiones y andenes en tiempo real. En un país donde todo funciona al minuto, tener esa información a mano es lo que marca la diferencia entre ir con prisas o moverse como un auténtico local.

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