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Este pueblo de Almería tiene calles blancas, cuevas y chimeneas gigantes de postal

En pleno corazón de Sierra Alhamilla, un pequeño municipio almeriense de apenas 600 habitantes parece detenido en el tiempo. Sus calles estrechas, casas blancas y un entorno natural de gran belleza lo convierten en un destino imprescindible para quienes buscan historia, paisaje y tranquilidad. Lucainena de las Torres, a tan solo 60 kilómetros de la capital almeriense, está considerado como uno de los municipios más bonitos de España. Su origen se remonta a la época hispanorromana, cuando la villa de un patricio romano se asentó en estas tierras. Durante la Edad Media, la población estuvo protegida por murallas y siete torres , que dieron nombre a la localidad. Tras la conquista cristiana, la villa quedó despoblada y fue repoblada por 19 colonos. Llama la atención la iglesia de Nuestra Señora de Montesión, construida sobre la antigua mezquita, que data del siglo XVII. A lo largo de los siglos XIX y XX, el pueblo vivió un auge gracias a la minería y la agricultura, alcanzando en 1900 un máximo de 2.455 habitantes. Hoy, sus vecinos conservan tradiciones como arrojar roscos de pan al paso de San Sebastián, patrón de la localidad, cada 20 de enero. El pueblo ofrece rincones que parecen sacados de una postal como plazas con lavaderos antiguos, calles llenas de macetas con flores y miradores que permiten contemplar el telón de fondo del peñón que domina la localidad y las montañas de la sierra. El pasado minero se conserva en la Vía Verde , un recorrido de cinco kilómetros que aprovecha el antiguo trazado del tren minero que conectaba la localidad con Agua Amarga. Este itinerario permite recorrer antiguos talleres, depósitos de mineral y ocho impresionantes hornos de calcinación que medían hasta 20 metros y procesaban 50 toneladas de mineral al día. La zona también cuenta con cuevas de gran interés natural y arqueológico. La Cueva de Ben-Human, a 850 metros de altitud, sorprende con estalactitas y estalagmitas en sus salas superpuestas. La Cueva del Mudo, situada en el peñón, guarda vestigios humanos y leyendas de la Guerra Civil. La Cueva del Martillo, con sus estrechos pozos y galerías, es un ejemplo del atractivo geológico que rodea al municipio. El pueblo ofrece numerosas rutas de senderismo y ciclismo que permiten a los visitantes disfrutar de paisajes de gran belleza . Si eres amante de la naturaleza, puedes subir hasta el mirador El Poyo de la Cruz y el del Garruchete, ambos con vistas extraordinarias al pueblo y su entorno.

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