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Descubre cómo son las islas de la felicidad en Estonia

El viaje a las islas occidentales de Estonia , que se inicia en el puerto de Virtsu, a dos horas de la capital Tallin en coche, constituye la gran pasión de los estonios en vacaciones. «Nos gusta la vida tranquila y en las islas la disfrutamos -comenta mi guía Katri en un correcto español-. Nos encanta salir a cortar la leña, pescar y preparar el pescado ahumado, organizar la sauna de madera los sábados junto a la familia, elaborar cerveza e invitar a los amigos y los vecinos para cantar y tocar el acordeón. Esa es nuestra felicidad». La isla de Muhu es la primera que surge en el horizonte a una media hora de la parte continental y en ella puedes saborear ese estilo de vida montando a caballo en la Granja Tihuse (48 euros, tour de una hora ), que concentra 200 vacas y 400 caballos de la raza autóctona tori; o realizar una travesía en canoa por el río Lõve esquivando los troncos de agua caídos al cauce (40 euros, viaje de 5 km en dos horas) hasta el lago Oessaare y admirar los pinos acuáticos que emergen en sus aguas poco profundas. Otra sorpresa que depara la isla de Muhu antes de abandonar su perímetro se encuentra en la Granja Luscher & Matiesen , la finca enoturística más septentrional del mundo, donde se produce un vino rosado llamado Algus desde 2016 gracias a las 2.000 viñas plantadas en este encantador rincón. También se puede pasar la noche en alguna de sus habitaciones -la más original tiene una cama bajo una estructura piramidal- en un alojamiento muy cuidado para 20-30 personas y disfrutar de su bodega con restaurante y terraza. El que quiera tiene la posibilidad de participar en talleres de viticultura , probar sus saunas aromáticas y descubrir una original cata de vinos. Otra opción es coger una bicicleta en la misma granja y disfrutar de los encantos bucólicos de la isla con sus molinos y sus iglesias medievales como la de Santa Catalina (1267), una de las más antiguas del país que fue utilizada también como fortificación. Conectada con Muhu por una carretera de 2,5 km, espera Saaremaa ('Tierra de la isla), la isla más extensa de Estonia -se despliegan en el país más de 2.000 islas e islotes- y la cuarta de todo el Mar Báltico. Viven en ella 31.000 habitantes en un área de 2.600 kilómetros cuadrados donde abundan los bosques de pinos, enebros y piceas, una naturaleza completamente diferente a la de la Estonia continental con muchas más horas de sol que se agradecen en estas latitudes. De ahí que a los estonios les guste alojarse en una granja de esta isla en verano, mientras que en invierno prefieren relajarse en un spa . La capital de Saaremaa es Kuressaare y destaca por sus balnearios que alcanzaron fama a principios del siglo XIX cuando se descubrieron las propiedades terapéuticas del lodo y se abrieron los primeros spas. El castillo episcopal es su monumento más visitado ya que está protegido por varias torres y un gran foso de agua ya muy cerca del mar, pero también sorprende su interior, sobre todo en su museo que narra la historia de Saaremaa en un espacio laberíntico repleto de escaleras, miradores y mazmorras donde se cuenta que los condenados eran devorados por leones hambrientos. De ahí que suene e impresione el audio de los gruñidos del felino en uno de los rincones de esta majestuosa fortaleza. Saaremaa esconde muchos más atractivos como, por ejemplo, para los aficionados al 'birdwatching' (observación de aves) en el Parque Nacional de Vilsandi y en la Reserva Natural de Viidumäe que albergan miles de aves migratorias y orquídeas silvestres, o resulta más curioso todavía descubrir el Campo de Cráteres de Meteoritos de Kaali , el primer cráter de meteorito científicamente comprobado en Europa. La caída del meteorito Kaali se produjo hace unos 7.500 años y los científicos han comparado su fuerza destructiva con la de una bomba atómica. El fragmento más grande creó un gran cráter de 110 metros de diámetro y 22 metros de profundidad, pero existen otros ocho cráteres más pequeños. Desde Kuressare resulta muy recomendable reservar un velero o un barco para deleitarse con un atardecer o para visitar otras islas cercanas a Saaremaa como Abruka, Ruhnu, y Gotland . Abruka es quizás la más sorprendente con sólo 50 habitantes fijos en la isla, un refugio casi misterioso para huir del estrés en un entorno de bosques frondosos y de campos de avellanos y ajos silvestres donde históricamente se producía una mantequilla muy apreciada por los estonios.

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